domingo, febrero 28, 2010

Anita

.
El Poeta es un embotellador de nubes. Dino Segre (Pitigrilli)
.
.
.
Asumo el oficio que me impuso Dino Segre y me dispongo a embotellar una nube. ¿Se puede creer que no quería entrar, que no pasaba por el pico, la muy cola de conejo? Y tenía que tratarla así tan delicadamente, moldearla para que no se me escape una brizna, esos puntos suspensivos que dejaba en el aire y se esparcían para desaparecer luego en un ojito lejano. La estiraba, la estiraba como si fuese a enhebrar una aguja con hilo de nube. Lograba un cucurucho y la empujaba girándola y el pico de la botella se humedecía, transpiraba. A mí también se me caían gotas. Me costó mucho introducir esa nube en la botella. Y una vez adentro, se pegó a las paredes obteniendo una densidad de niebla y ya no pude ver a través. Tapé la botella con un corcho. Le pegué una etiqueta: Nube nº 1, Anita. Dejé la botella con Anita en la mesa ratona del living. Desde mi mesa con libros y papeles la observaba cada tanto. Anita permanecía inmutable, algodonalmente arrellanada dentro de las paredes de vidrio. Después me dio pena que estuviera encerrada. Después me olvidé de esta pena y me puse a leer. Me abstraje de todo. La muerte es un automóvil con dos o tres amigos lejanos, dice Bolaño. Leo La pelirroja. Leo Los hombres duros. Saco un papel y escribo: Hay una botella con una nube dentro en mi mesita ratona. Buen comienzo para un cuento. Levanto la vista y descubro que Anita ya no está. Ahora se aprecia la vela verde a través de la botella, que también es verde. El corcho está ahí. La botella. Quiero destaparla, ahora para qué… Salgo al jardín y quito el corcho. No sé por qué pido tres deseos. Me siento un estúpido. De la botella no sale nada. La elevo hacia el cielo. Nada. Apoyo un ojo en el pico y miro el fondo. De la nada, una fresca ola de agua me empapa la cara.
Anita: ese es un buen gag de Los tres chiflados pero no es un buen final para un cuento.