sábado, noviembre 15, 2008

Notas para un poema XIII

Querida Gloria Fuertes:

Disculpe usted que irrumpa intempestivamente distrayéndola de
sus quehaceres celestiales. Acudo a usted en su carácter de Poeta
de guardia para que me sepa aconsejar y orientar acerca de unos
problemas que me aquejan.
Verá: hace tiempo que padezco unos versos imprecisos, de una
inanidad que es como para agarrarse de los pelos, estoy seco de
metáforas e ideas y mis poemas renguean, dan dos pasos y se
desmoronan como castillos de naipes. Por otra parte, acuden a mí
ciertos seres de un bestiario ignoto y no sé qué hacer con ellos.
No tienen alas ni cola y se difuman no bien empiezo a escrutarlos.
Se guarecen tras los libros de mi biblioteca, me rehúyen, juegan a
las escondidas, y cuando creo que están bajo un Lezama Lima,
salen por detrás de un Maiakovski. En fin, que me tienen de centro
de sus bromas. De las musas ni hablar: se cruzan de vereda cuando
me ven venir, mantienen una posición irreductible y algunas hasta
se hacen las ofendidas, mire usted.
Bueno, todo esto en cuanto a mí, pero no querrá saber cómo
marchan las cosas en el mundo –si es que en verdad no lo sabe-.
No, no quisiera perturbarla con una lata interminable y con noticias
que sobrecogerían al más templado de los hombres.
Usted me dirá qué debo hacer, queridísima Gloria, si es que está
usted dispuesta a ayudarme. En su defecto, dígame por favor a
dónde debo dirigirme y con quien tratar. Desde ya muchas gracias.
Disculpe usted la molestia.

Mi cariño de siempre.

Máximo Ballester